Morgan parte de los progresos alcanzados por el hombre en la producción de medios de existencia para dividir la historia de la cultura en tres momentos: salvajismo, barbarie y civilización. Tan universalmente válido es este criterio que el mismísimo Engels comenta: “Morgan descubrió, a su modo, la teoría materialista de la historia”.
El salvajismo es la infancia de la humanidad. El uso del fuego, del arco y la flecha; la conquista del lenguaje articulado y la práctica de la antropofagia son algunas de sus notas principales.
La barbarie se inicia con la invención de la alfarería. La cría de animales, la construcción de viviendas y la agricultura estabilizan la vida. En Europa, arios y semitas consumen carne, poseyendo un cerebro más grande. Los pueblos con alimentación casi exclusivamente vegetal, como los indios de Nuevo México y otros, tienen el cerebro más pequeño. En la civilización surgen grandes ciudades con el consiguiente progreso material, moral e intelectual. Se elaboran productos artificiales valiéndose de los naturales. El hombre domina la naturaleza para fabricar los bienes de subsistencia.
En los tiempos de Colón, los pueblos ‘originarios’ estaban en la barbarie. Los incas no conocían la rueda y su ciencia apenas daba los primeros pasos; por el contrario, el progreso europeo era envidiable. Actualmente, los sabios originarios de nuestro altiplano han sugerido a las autoridades incorporar una serie de usos y costumbres en la nueva Ley de Educación. Retroceder por añoranza más de 500 años o por creer que antes se vivía mejor es ir en contra de la dinámica de la historia. Morales versus Morgan.
Sólo los grandes hombres hacen la historia en condiciones bien determinadas. No puede haber transformación social sin antes tener un conocimiento científico de lo que se quiere transformar. Lenin cree que sin el abecé no hay revolución.
Hay dos desviaciones de la teoría marxista de la historia: el economismo y el voluntarismo. Para la primera, la lucha económica es la única forma válida. No acepta la lucha de clases como el motor de la historia y niega la vanguardia del partido obrero. El abusivo recorte al IDH, bonos, cheques venezolanos y prebendas son algunos ejemplos nacionales. Ideológicamente, el voluntarismo es un subjetivismo que ve la realidad deformada. Confunde su deseo con la realidad objetiva. En el plano organizativo tiene un acento individualista y utiliza el partido con fines personales. La voluntad del grupo palaciego determina la marcha de la revolución. El referéndum revocatorio, la nueva Constitución y el racismo son sus ejemplos. Evo versus Marx.
¿Conclusiones? El Gobierno nacional es una vergüenza marxista. No es izquierda ni es indigenista. El pueblo aimara es su único centro de preocupación; por tanto, Evo y su entorno constituyen un gobierno ‘aimarista’. Tal es nuestra sentencia.
* Asesor pedagógico de la Federación de Profesionales
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