José Luis Bedregal*
Charles Darwin sostuvo que el odio se sustenta en el deseo de venganza y en la defensa de los intereses propios. “Si hemos sido o esperamos ser agredidos por alguien (…) ese alguien nos será desafecto; y el desafecto se convierte fácilmente en odio”, dijo. Odio que surge, según Erich Fromm, como respuesta a la amenaza de los intereses vitales y nos empuja a eliminar a aquel contrincante, enemigo, que dificulta nuestras posibilidades de triunfar y vivir.
Charles Darwin sostuvo que el odio se sustenta en el deseo de venganza y en la defensa de los intereses propios. “Si hemos sido o esperamos ser agredidos por alguien (…) ese alguien nos será desafecto; y el desafecto se convierte fácilmente en odio”, dijo. Odio que surge, según Erich Fromm, como respuesta a la amenaza de los intereses vitales y nos empuja a eliminar a aquel contrincante, enemigo, que dificulta nuestras posibilidades de triunfar y vivir.
El nivel actual de odio y violencia en Bolivia responde a esta realidad humana, pues durante centurias han existido sectores agredidos por otros, que haciendo uso del poder de las armas, el poder económico o el poder político, esclavizaron, explotaron, humillaron y marginaron a pueblos enteros que han acumulado un resentimiento natural propio del ser humano, que sólo una postura maniquea y demagoga podría negar. Hoy esos pueblos y los sectores marginados de nuestro tiempo se revelan organizados en masas politizadas que amenazan los intereses fundamentales de aquellos acostumbrados a un estilo de vida bastante favorecido, a costa de la miseria de bolivianos que apenas subsisten en condiciones propias de la colonia y el período feudal.
Es cierto que estamos viviendo un difícil proceso de cambio, donde lo que se pretende cambiar es justamente la tenencia del poder político, económico y territorial, hecho que ha llevado a Bolivia a su peor crisis existencial después de la Revolución Nacional de 1952, a tal punto de enfrentar a regiones enteras al calor de consignas que esconden los verdaderos intereses en juego.
El nivel de violencia ha sobrepasado todo lo tolerable, dando la señal de que estamos ingresando a otra etapa de la confrontación donde esa violencia es ejercida de manera planificada, aspecto que debe llevarnos a la preocupación, pues ante el agotamiento de los medios pacíficos lo que sigue es la confrontación bélica, tal como lo señalara Von Clausevitz.
Ya no interesa cuán catastrófico era el “empate” en el que nos encontrábamos, hoy lo catastrófico es la ceguera y la ambición desmedida de nuestros líderes políticos, ineptos e indignantemente irresponsables, incapaces de lidiar con los intereses de la Cainco, que opera a través de sus representantes políticos en las prefecturas, comités cívicos y ahora con una brigada parlamentaria desprendida de Podemos.
En medio de todo esto ha surgido el dilema de la necesidad de promulgar una ley que viabilice el referéndum para la nueva Constitución, devolviendo de esta manera protagonismo político al Congreso Nacional que se convierte en el escenario potencial para un nuevo intento de diálogo, el que seguramente es una de las últimas oportunidades para el país y para la clase política de encontrar una solución en paz. Así se generarían condiciones para compatibilizar los proyectos de estatutos autonómicos con el proyecto de Constitución “masista”, como paso previo que permita viabilizar la consulta. El costo de no hacerlo puedo asegurar que será muy alto para el MAS, pero también será alto para el empresariado del país y por ende para los trabajadores y ciudadanos bolivianos que ya no sabemos cómo exigir un acuerdo por Bolivia y los bolivianos.
*José Luis Bedregal
es especialista en gestión pública.
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