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viernes, 5 de septiembre de 2008

La Cultura Solar de Tiahuanaco

Cada 21 de Junio se lleva a cabo en las ruinas de Tiahuanaco un ritual dedicado al Sol, el cual es generalmente llevado al exterior, por las cadenas de televisión como un ancestral rito aymara, mostrando la “riqueza” cultural de dicho pueblo, los cuales se solazan en las gigantescas murallas como si fueran los verdaderos autores de tan maravillosa obra. Tiahuanaco es el vestigio más notable dentro la historia de América pero ¿quienes fueron sus verdaderos autores?

De hecho ni los actuales indígenas ni sus antepasados lo son, así lo hace notar el investigador Enrique Finot al asegurar: “No hay motivo alguno para atribuir a los aimaras la cultura milenaria de Tiahuanaco, por el hecho de ser aimaras los habitantes de la región en que esos vestigios se hallan enclavados. Si hubieran sido aimaras los más remotos pobladores de Tiahuanaco, querría decir que ese pueblo ha retrogradado contrariando las leyes del progreso. En todo caso conservarían algún rasgo de su pasada grandeza.”

Los constructores podrían haber sido antecesores de los indios rubios y blancos a los cuales hacen referencia las crónicas durante la Conquista, así como las versiones de las huestes de Francisco Pizarro que notaron que sobre el común de indios de color obscuro o quemado se encontraba una clase dominante, de hombres mejor formados, fuertes, altos, hermosos y rubios, eran los llamados “orejones” por su costumbre de estirarse artificialmente las orejas. El mismísimo monarca de España fue informado de que los gobernantes incas eran altos y poseían “una tez más blanca que la de los mismos españoles”.

El clérigo Miguel Cabello Balboa nos relata que cuando Tupac Inca Yupanqui pasó por Jaula, “le fueron mostrados ciertos edificios antiquísimos que allí se ven, que dicen los naturales haber sido obra de unos valiosísimos extranjeros (para los incaicos), blancos y de buena estatura, tan invencibles y valientes, que sólo el tiempo los pudo contrastar.”

Por su parte, Cieza de León dice que, al interrogar a los naturales acerca de ruinas gigantescas que había en la región, les respondieron igualmente que las obras habían sido erigidas por “extranjeros blancos, rubios y barbudos, mucho antes de la llegada de los incaicos”.

Visitando las ruinas de Tiahuanaco no queda duda de que sus constructores eran gigantes, no hay discusión cuando uno observa las escalinatas o constata el tamaño de algunas herramientas. Que su origen sea lemuriano, vikingo o atlante queda como incógnita, lo que si estamos seguros es su carácter solar y jerárquico, así lo muestra la simbología hallada: cruces, svásticas y pirámides, culto a su regente espiritual y guía cósmico.

Entendemos entonces al supuesto “rito ancestral” que se desarrolla en la actualidad como un acto de profunda hipocresía, realizado por una raza de eminente característica lunar y telúrica, la cual rinde 364 días de culto a la Tierra y sólo uno al Sol, que todo su ceremonial tiene como referente a los Incas con los cuales poco tienen en común.

Queremos entender entonces a Tiahuanaco como el centro de un maravilloso complejo espiritual y de culto al astro rutilante que adoraron todas las grandes culturas de la historia milenaria. Todos los días y de frente a Él.

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