Sólo aquí, políticos presuntuosos, pretenden fundar un nuevo país encima de un Estado que existe, con la totalidad de sus características esenciales. Por lo visto, después de un texto ampuloso, contradictorio e incompleto, no hay nada más. La anulación de las normas que existen, sin sustituirlas, por lo menos, inicialmente, creará desorden, desconfianza y quizá violencia.
Editorial de Opinión.
La promulgación de la nueva Constitución Política del Estado, será sólo un acto formal, en lo esencial, dicho documento básico ya ha sido aprobado por la voluntad mayoritaria de la población. Es en el referéndum, donde Bolivia decidió cambiar los principios, los valores, las normas y las instituciones de su organización estatal. Esta afirmación sirve para decir que el debate debe pasar a otra etapa, es decir, a la situación jurídica en que actualmente se encuentra el país.
De hecho, la CPE anterior ha quedado abrogada, ya no existe. No es posible que un país mantenga dos leyes fundamentales, en gran medida, contradictorias. Este es el único caso en la historia universal, en el que desaparece el orden jurídico anterior, sin que el nuevo tenga la extensión ni la madurez necesaria para llenar todo el vacío. Es una extraña ocurrencia refundar algo que existe. Bolivia sobrevive, a pesar de los refundadores, con todas sus estructuras. Para crear un nuevo orden, era necesario anular o destruir el precedente.
Últimamente, en Europa, han aparecido nuevos Estados, con la división o disolución de otros. Esas nuevas organizaciones nacionales han partido, por así decirlo, del punto cero. La palabra refundar no existe en el idioma que hablamos, simple y llanamente porque tal acción no es posible. Lo que sucedió en Checoslovaquia o en la ex Yugoslavia, fue un proceso evidentemente creador de nuevas repúblicas. Hubiera sido un absurdo simular la formación de otros Estados dentro o encima de Estados existentes.
Lo que ahora sucede en Bolivia, supuestamente, es la imposición de un nuevo sistema político encima de un orden que existe y que sigue funcionando como siempre, a pesar de la aprobación de una nueva CPE. Mañana o pasado mañana, cuando el Poder Ejecutivo promulgue la nueva Ley Fundamental, el viejo Estado, seguirá con pocas variaciones, seguramente, en la formación del gabinete. Nada de los aspectos esenciales que tipifican a Bolivia, organizada conforme a la CPE de 1967, cambiará. Seguiremos siendo un país pobre, atrasado, dependiente y fuertemente desarticulado.
Se pronunciarán discursos, asumiendo que realmente sucede algo extraordinario, quizá se lleven a cabo algunas marchas, los conmilitones internacionales del régimen, enviarán felicitaciones, el pueblo que todavía cree en los milagros aplaudirá, algunos pensarán que por fin llegó el momento de tener trabajo, educación, servicios sanitarios, en fin progreso. Los países se reorganizan, precisamente, para ofrecer a la gente condiciones dignas de existencia. Reorganizar para seguir siendo pobres o para agravar las restricciones materiales y culturales de existencia, sería un absurdo. Lamentablemente, no cambiará nada, quizá la pobreza se haga más restrictiva, el atraso se profundice y la dependencia sea más ofensiva y humillante. Es que los refundadores, fuera del texto constitucional, persistentemente demagógico, parece que no tienen nada.
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